El Marco
domingo 25 de junio de 2017

Matricidio, femicidio, homicidio

Por Agustina Conci*

Dos cuerpos de mujeres fueron encontrados el mismo viernes de junio en la provincia de Córdoba. El de María Eugenia Cadamuro estaba enterrado en un campo, a pocos kilómetros de la ciudad de Jesús María.

El otro, de Inés Moyano: estaba en la basura, en pedazos; la encontraron algunos albañiles que trabajan en una obra cercana. Hace casi un mes, y luego del femicidio de Tamara Córdoba, se declaró la emergencia por violencia de género en esa ciudad. Con este crimen, Villa María suma 4 femicidios en 2017.

Algunos medios confundieron sus nombres y sus cuerpos –Villa María, Jesús María-: eso son ahora nada más. Nombres y cuerpos tratados con crueldad, personajes construidos por las habladurías de sus pueblos, esperando autopsias que develen quién, por qué, cómo.

 Son, sin embargo, dos crímenes que ilustran tristemente las violencias que pesan sobre el cuerpo de las mujeres. Aunque con matices que también juegan a la hora de pensar la idea de femicidio.

Olga Inés Moyano fue encontrada descuartizada en un contenedor. Su hijo había denunciado su desaparición un día antes. Osvaldo Varela (54) fue apresado en la terminal de San Francisco, en el límite este de la provincia con Santa Fe. En el medio Cosecha Roja se publica que una ex pareja de Inés tenía una restricción perimetral, pero había terminado en noviembre del año pasado.

“Maru” Cadamuro, por su parte, presenta una historia bien diferente. Estaba desaparecida hacía tres meses. Su hijo, Jeremías Sanz de 21 años, fue acusado de privación ilegítima de la libertad agravada por el vínculo, y detenido en Bower. La carátula del crimen cambió este viernes, cuando encontraron el cuerpo de Cadamuro en un campo que él administraba. Ahora está acusado de homicidio agravado por el vínculo. La trama familiar revela que múltiples violencias pesaban sobre Maru, y en el informe judicial consta que había recibido amenazas previas.

El concepto femicide (cuya traducción al español es “femicidio”) fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock y utilizado por la feminista Diana Russel en su obra Femicide. The politics of woman killing. El feminicidio emerge como una categoría analítica que consiste en enfrentar el problema como parte de la violencia de género contra las mujeres.

La lectura de los feminicidios propone abarcar entonces todos los crímenes de odio contra las mujeres. Así, es una palabra –devenida ahora en categoría judicial, con pena de prisión perpetua- que supone la culminación de una serie de violencias históricamente dirigida hacia las mujeres.

Durante tres meses se habló de “Maru”. Los medios publicaron hallazgos de su cuerpo antes de tiempo. Hablaron de lo que podría haber sido, arrojaron sus hipótesis. En el medio especularon: cómo era Maru, qué sentía Maru, qué hacía de su vida para bien o para mal.

Para María Belén Rosales (Coordinadora del Observatorio De Comunicación y Medios) , hay una manera de ver el mundo encarnada en el esquema heteronormativo que encuadra también las formas de explicar por qué las mujeres hacen lo que hacen, por qué toman algunas decisiones, por qué son como son. Quiénes son “sus” hombres, qué tipo de relación llevan adelante, cómo se manejan en su entorno inmediato.

Para la autora, existe un tipo de discurso político que “aparece estructurado sobre relaciones de poder basadas en el cuerpo de la mujer”. ¿Qué significa? Significa que el cuerpo de las mujeres se constituye en terreno de debate público, de disputas por el poder en el orden del sentido entre diversos actores. Cuando aparecen esos cuerpos, están disponibles “para todos”.

Tanto como lo estuvieron para sus asesinos, creyéndose sus dueños.

Claudio Minoldo es director del Semanario Primer Día, y le tocó, como a muchxs periodistas de Jesús María, cubrir la desaparición de María Eugenia Cadamuro, estar presente, pensar hipótesis. Convertida en carne de carroña, salió a explicar públicamente que prefería atenerse a los hechos de la justicia para informar.

“Ninguna mujer merece el destino de Maru, absolutamente ninguna. Mi principal fuente de información es la Fiscalía de Instrucción. En las notas que publico no emito juicios de valor, no soy funcionario judicial, no acuso, no opino. Soy, en el mejor de los casos, un vehículo de la noticia. No hice o hago ningún juicio moral sobre quién era Maru, con quién salía o dejaba de salir, si cuidaba o no su salud”, explicó Minoldo a sus lectorxs.

 Femicidio: es el asesinato de una mujer por el hecho de serlo. El final de una serie de antecedentes de violencias históricamente dirigidas hacia las mujeres.

 

¿Por qué NO es homicidio? Llamarlo femicidio es una estrategia para visibilizar que esas muertes dependen de un sistema que aparece en sus fascetas económicas, políticas y sociales.

 

“No todas las muertes de mujeres son feminicidios pero todos los asesinatos de mujeres deben comenzar a investigarse como feminicidios sin prejuicios”, sostiene la investigadora mexicana Fátima Alvizo para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

¿Femicidio, homicidio?

Así y todo, nos queda la diferencia entre las categorías jurídicas de femicidio y homicidio. Porque son esencialmente diferentes en su praxis. Un caso que lo ejemplifica perfectamente es el de la cordobesa Paola Acosta: fue asesinada por su ex pareja, quién también atentó contra la vida de su hija. Su caso conmovió a la provincia: su hija MA sobrevivió varios días en una alcantarilla junto a su cuerpo. Durante el juicio, el crimen no recibió sentencia de femicidio, sino de homicidio. El fiscal dictaminó que Paola estaba “emancipada”. Entendió que no la mataron por ser mujer, sino

por rebelarse contra su ex pareja. Por alevosía por el crimen de Paola, pero no por violencia de género, como habían pedido tanto la querella como la fiscalía.

Allí se pudo leer que para el tribunal no hubo violencia de género porque no hubo relación desigual de poder y porque la víctima no estaba en un rol de sumisión, "sino que decidió empoderarse en defensa de sus derechos y los de su hija".

El mensaje pareciera confuso, pero no lo es. El mensaje en estos casos pareciera ser: aquí, los femicidios quedan impunes. Por eso, el número de femicidios registrados por organizaciones históricas como la Casa del Encuentro, no se condicen con los que maneja la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Los tiempos judiciales son diferentes, los procedimientos judiciales son diferentes. Pero, esencialmente, nuestros funcionarios no están capacitados para hacer una lectura desde el género. Ni para reconocer que estas mujeres están expuestas a múltiples tipos de violencia antes de llegar a las que provocan su muerte: violencias psicológicas, económicas, patrimoniales.

No es intención de este texto desentrañar qué tipo de crimen corresponde señalar en cada caso. Es bueno recordar que aún no hay sentencia de la Justicia en ambos casos. Sí lo es volver sobre la categoría de femicidio para alertar sobre la política represiva sobre el cuerpo de las mujeres. Sí, es una violencia diferente. Sí, precisa una categoría de análisis diferente porque una mujer muere cada 18 horas.

Y porque pensar las estructuras de esas violencias podría ayudar a explicar los caminos de la justicia, de los medios y de la sociedad toda, paralizados ante dos nuevos cuerpos de mujeres, tratados como cosas inservibles, desechables. Una violencia que se repite, una y otra vez.

*Periodista